Ah, Salvador Dalí. Imposible no amar su obra inmortal como un destacado defensor del surrealismo, ese movimiento artístico de vanguardia del siglo pasado que buscaba liberar el potencial creativo del inconsciente a través de imágenes extrañas y de ensueño. “El surrealismo es destructivo, pero destruye solo lo que considera que son grilletes que limitan nuestra visión”, dijo.
A este español del extravagante bigote se le conoce en especial por pintar meticulosamente composiciones fantásticas, como El Enigma del Deseo (1929) y los relojes derretidos en su famoso cuadro La Persistencia de la Memoria (1931), pero Dalí fue mucho más que pintor: fue un prolífico escritor y cineasta, y cultivó una personalidad pública excéntrica con su look, su ocelote mascota, sin hablar de su bizarro comportamiento y sentido del humor.
Además de colaborar con Alfred Hitchcock, Walt Disney y Luis Buñuel en el cine y hacer diseño de modas con la increíble Elsa Schiapparelli (creó sus propios diseños textiles y botellas de perfume), se involucró en el mundo de la fotografía trabajando con grandes como Man Ray, Brassaï, Cecil Beaton y Philippe Halsman, y su hogar en Portlligat, cerca de Cadaqués, confirma su interés por la arquitectura. Así que no era de extrañar que su legado esté lleno de esculturas, pero para Dalí, ninguno fue tan hermoso como el rostro de la actriz Mae West:
Hermosa, ¿no?
Perfección surrealista
En los años 20 y 30, cuando el movimiento surrealista estaba en su pleno apogeo, Mae West era un sex symbol: actriz, cantante, dramaturga, guionista y comediante, su carrera en el mundo del entretenimiento abarcó siete décadas, pero en ese entonces, como actriz y superstar de shows de vaudeville, West era una figura fascinante y misteriosa; una que rompía los esquemas de la libertad sexual, y sin duda la favorita de Dalí… después de Gala, claro está.
En 1936, Dalí trabajó junto al coleccionista y excéntrico poeta Edward James, y luego de compartir su afición en común por West, decidieron crear un par de obras para inmortalizar el rostro de la actriz: la primera, Retrato de Mae West que puede utilizarse como apartamento surrealista, fue realizada en gouache sobre una foto de la actriz en un diario y representa sus rasgos como objetos en una habitación surrealista, con sus ojos como cuadros, su nariz como una chimenea y sus labios como un sofá.
Sin embargo, el sofá con la forma de sus labios, llamado Labios de Mae West, se convertiría con el tiempo como el objeto más importante de la historia del surrealismo no sólo por su excentricidad y belleza, sino porque era completamente inútil: era imposible sentarse en él, y fue hecho como un objeto decorativo preciosista en cinco distintas versiones: tres aún forman parte de la fundación Edward James, el otro pertenece al Museo Boijmans Van Beuningen de Rotterdam, y el quinto está en posesión de un coleccionista privado, quien lo adquirió por cerca de medio millón de dólares el pasado año.
El mueble más sensual de la historia
De acuerdo con Dalí, la forma de los labios de la actriz Mae West eran tan sensuales y acolchados, que soñaba despierto con posarse sobre ellos como si fuesen una cama gigante. Al final, la boca de la actriz terminó no sólo siendo un ícono del movimiento surrealista, lo cual ya es un gran halago, sino que 25 años antes de la llegada del Pop Art en los años 60, Dalí produjo la primera y perfecta pieza de movimiento, llevando la cultura pop al mundo del arte.
La leyenda dice que el artista español afirmaba que una de las inspiraciones para el sofá fue un grupo de rocas particularmente incómodas cerca de su casa en Cadaqués, y que por ello era virtualmente imposible sentarse en el mueble, aunque la mismísima Elsa Schiapparelli había diseñado la tela y el tono perfecto del labial mullido que terminó cubriendo la pieza.
En 1972, el grupo de diseñadores italianos Studio 65 produjo una versión actualizada, llamada Marilyn Bocca Sofa en honor a la actriz y sex symbol Marilyn Monroe, que a diferencia del trabajo original de Dalí, tenía un uso más práctico y funcional en el hogar, y se ha convertido en un ícono del diseño moderno clásico: a partir de esos labios, en los 80 nacieron una gran cantidad de objetos para el diseño de interior con esa forma: desde litografías de labios brillantes, pasando por sillas y los muy famosos teléfonos rojos cereza, demostrando que un par de labios pueden cambiar para siempre la historia del arte moderno.
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