El subconsciente guía a Yoyo Sena, la madrileña que ha desarrollado el ‘fluismo’, su propia filosofía de creación y su forma de vida
Ya no es Yolanda Casado. Desde que viajó a Brasil pasó a llamarse Yoyo porque volvió a nacer. Descubrió lo que su mente no le dice y sus cuadros tampoco le cuentan, pero le da igual, porque lo siente. “Cuando la gente me pregunta en qué me inspiro siempre digo que mis musas son imágenes que he visto y no me he dado cuenta”. ¿Pero te acuerdas de lo que soñaste ayer? No son sueños. Yoyo habla de su subconsciente: “Me refiero a todo lo que somos y sabemos sin darnos cuenta ni recordamos”. Para ella, todo lo que ve se queda y, en el momento de la expresión, surge. No es ninguna experiencia religiosa. Nada que ver: “Miro hacia atrás y me doy cuenta de todo lo que pasa cuando hay un gesto, un cuadro… sé que esa imagen se queda en mi mente para siempre”.
-No te da miedo que quede fea la obra.
-He pasado toda mi vida por eso.
La mayor parte de sus recuerdos están en Madrid, donde nació, pero esta joven artista ha vivido en Barcelona y en Brasil su época más reciente. A los 20 años, cuando terminó su grado en Bellas Artes, se fue a la capital catalana a probar suerte y de allí aterrizó en Brasil, donde comenzaron a llamarla Yoyo. Acuñó el fluismo, su filosofía, su forma de enfrentarse a un lienzo y a la vida. “Es inestabilidad mental pero estabilidad conductual. Siempre unimos la inestabilidad a lo feo pero dejarse llevar por cada cosa que sentimos es fluir: bailar, reír, amar… llorar”. Y odiar. “He sentido todo, y quien diga que no haya sentido odio, no me lo creo”. Para Yoyo, que siempre utiliza muchos colores, la repulsión “es marrón oscura”.
Hoy lo ve todo cálido. Aunque el amor lo ve algo más anaranjado. Está viviendo “el sueño americana”, dice, pero en Valdebebas, donde la promotora Gestilar, como mecena de jóvenes artistas, le ha cedido ahora un espacio donde se le puede ver en acción. También es posible vivir la experiencia de sus creaciones a través de workshops. El primero fue este pasado domingo y el próximo se celebrará el 21. Ahí Yoyo crea y se siente amarilla: “Me estoy dando cuenta de que, quizás, si me preguntas por cualquier sensación o sentimiento, sea positivo o negativo, te diga que es amarillo. Me siento amarilla, mi color favorito, porque estoy en el mejor momento de mi vida profesional”. Aunque a veces haya vivido en grises.
HACIA LA CONSCIENCIA
“Te lleva toda una vida volver a ser un niño”. Es la segunda vez que cita a Picasso. Porque cree que “la madurez existencial empieza cuando te das cuenta de todos los límites e influencias que te ha puesto la sociedad”.
A partir de ahí, empieza el desaprendizaje. Creer en todo y en nada. «Cuantas mas experiencias tengo, más pienso que no tenemos ni idea de nada. Todo lo que creemos creer no es ni una milésima parte de lo que realmente hay».
Yoyo sabe de creencias porque cuando empezó nadie en su entorno entendía muy bien qué hacía. Pero nunca necesitó hacer trabajos que no le gustaran para vivir. Desde el principio escogió la brocha gorda y la espátula. Luz y oscuridad.
– ¿Qué va primero, ¿el sentimiento o la obra?
– ¿Qué va primero el cuerpo o el alma? Para mí, está todo unido.
Su fluismo, esa corriente artística que siente que ha creado, empezó desde que ella ni siquiera era consciente de su nombre. “Es muy fuerte, dicen que escuchamos desde la tripa, antes de nacer”. Ahora siempre escucha música mientras crea. “¿Te lo pongo?”. Y suena Different Pulses de Assaf Avidan. “Es todo muy melódico, para dejarme llevar y hacer lo que me dé la gana con el lienzo“.
La letra de la canción empieza: “Trato de empujar los colores, a través de un prisma de vuelta al blanco para sincronizar nuestros diferentes pulsos…”. Yoyo suelta: “Tu pregunta… Va primero el sentimiento. Pinté mi primer cuadro fluista en la universidad: se me cayó toda la pintura. Al día siguiente pensé: ‘Qué movimiento, qué profundidad'”. Era justo lo que quería.