A un mes de la Bienal de Arte Contemporáneo de Salerno 2021, “Lunática” nos resulta tan cercana y a la vez tan lejana. Pero muy presente.
Ver la Bienal de Salerno, a medio planeta de distancia y transcurrido un tiempo prudencial, como para reflexionar de manera un poco más objetiva, me permite hacer un análisis que deseo compartir. Tal vez reitero algunos conceptos publicados en los medios de Italia, gracias a la generosa colaboración de algunos periodistas, pero el presente lo hago desde la visión de un evento que concretó otra etapa. En poco tiempo la Biennale se convirtió en un lugar de atracción mundial para el arte. Me honra ser parte desde la primera edición, estuve en el parto y la creatura sigue caminando por el mundo con paso firme, más rápido de lo esperado. Después de algunas postergaciones y con la posibilidad de participación virtual, por razones de pandemia, la globalización se instaló en esta muestra de arte.
En cada edición los artistas se presentan a desafíos de mayor nivel y las propuestas son más atractivas. Salerno se nombra en todo el mundo y ya no es sólo por formar parte de la bella costa amalfitana, sino que gana un puesto en la cultura, cada vez de mayor consideración que percibo que aún la gente del lugar, no es plenamente consciente todavía. A veces son los de afuera los que nos tienen que hacer ver las realidad.
Para mí significa una fiesta donde nos encontramos con las obras de arte y sus creadores, pero mucho más que eso, la bienal se identifica por las relaciones interpersonales que se generan, nuevas posibilidades que cambian la vida de tantos participantes. Es un privilegio conocer tanta gente cálida, creativa, con otra forma de ver y sentir la vida, incorporar nuevos amigos que permiten soñar con otros proyectos…
Tengo mil imágenes que me invaden. Es una gran tarea la de ubicar donde corresponde cada obra y “ubicar” a los artistas, todos quieren que sus obras sean visibles y valoradas porque aman lo que hacen. Experiencias personales que pueden resultar una prolongación tal vez innecesaria en esta oportunidad, pero que para mí serán inolvidables.
La bienal de Salerno es la única en el mundo que invita a los ganadores de la única bienal en contexto de encierro (intercarcelaria) que se lleva a cabo en la provincia de Buenos Aires de la Argentina. Eso es inclusión, una persona puede estar aislada por algún motivo pero legalmente no se le puede negar a nadie el derecho de soñar y dar a conocer sus sueños.
Escribí en algún momento que esta bienal se estaba convirtiendo en la meca del arte y fue una certera visión. Hubo artistas que llegaron dos o tres días antes de la clausura, con mínimas posibilidades de que su obra fuera vista por el público. La respuesta fue siempre la misma, conmovedora y para reflexionar sobre lo que significa “colgar” en el palacio Fruscione.
Personas que viajaron por tres días, cinco días, con grandes esfuerzos económicos para poder llegar, en algunos casos ayudados por alguien. Reitero, la respuesta era una: “mi sueño es colgar mi obra en la pared y sacarme una foto con ustedes, poder decir, yo también participé en la Bienal de Salerno”. Saben que al volver a su lugar de origen ya no son las mismas personas, ni su entorno los considera de la misma manera.
Tengo por costumbre agradecer al levantarme cada mañana y por estos días intensifico algunos agradecimientos. La salud que me permite estar. A mi querida amiga de larga historia de vida, Rosanna Cagnazzo, con quien me río como cuando éramos niños, charlamos como adultos de “una certa età, diciamo” y me asigna generosamente un lugar especial en su casa! La entrañable amistad de Olga Marciano “nonna di Olghita” y a mi querido amigo Giuseppe Gorga, con quien compartimos tanto de la magia de la bienal, las alegrías y los contratiempos, los vertiginosos viajes en moto (a la única que subo!) por las cornisas de la costa, entre los reflejos de las luces sobre el mar, mi casco siempre invertido que me persigue a 1 m de distancia, un café, un cornetto de madrugada en ruta, es la excusa para alguna crítica que con el viento en contra nos tragamos las palabras.
Gracias a todos aquellos que por ser tantos, resulta difícil mencionarlos sin cometer alguna omisión involuntaria. Los que me invitan generosamente a su casa, los que acompañan, los que extreman los esfuerzos por hacerme conocer algo, al público y los artistas que se acercan con ánimos de buena amistad y hasta los que me dijeron que deshaga el equipaje y me quede. Gracias a los organizadores Giuseppe, Olga y su equipo de trabajo por brindarme la posibilidad de desempeñarme como presiente del jurado y embajador de la bienal en la Argentina, porque me resulta la mayor demostración de confianza en mi responsabilidad y criterio.
La estela de luz que deja la bienal, ya es propiedad del universo artístico.
Luis Gramet