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El Arte es Oxígeno: Marina Abramović

Marina Abramović y su manifiesto sobre el arte y la muerte

Marina Abramović ha puesto su propio cuerpo en el centro de su arte, utilizándolo como el objeto de sus performances más extremas. En una de las más recordadas, permaneció inmóvil durante seis horas, rodeada por 72 objetos que el público podía usar libremente: un látigo, clavos, un sombrero, una vela, cadenas, flores, una pistola… llevando aún hoy las marcas de esa experiencia. En uno de los momentos más intensos, estuvo a punto de perder un ojo por una aguja, un acto que remite a la crudeza surrealista de Un perro andaluz, de Luis Buñuel, a quien considera una gran influencia.

A pesar de la dureza de sus actos, su caminar es tranquilo, reflejo de los muchos kilómetros recorridos y de las vivencias que la han transformado. La artista, galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes en 2021, regresó a México después de casi 35 años para hablar de la muerte, el arte, la soledad y la vida. Fue en La Cuadra San Cristóbal, una obra de Luis Barragán que abrirá sus puertas en octubre como un nuevo centro cultural, donde pronunció su manifiesto.

La artista serbia Marina Abramović durante la presentación de su performance en la Hacienda La Cuadra de Luis Barragán en el Estado de México el 6 de febrero del 2025.

Sentada en el centro de la sala, vestida de negro, su figura destacaba contra la arquitectura minimalista que la rodeaba. La famosa pared rosa de Barragán contrastaba con ella, mientras en el fondo, cuatro caballos giraban lentamente, acompañados de jinetes que empuñaban banderas blancas con las palabras en rojo: “El arte es oxígeno”.

“Un artista debería pasar largos períodos observando las estrellas en el cielo nocturno. Un artista no debería ir al estudio todos los días. No debería tratar su horario de trabajo como si fuera un empleado bancario”, comenzó la performer, mientras los caballos seguían su paso, marcando el ritmo de su discurso.

La artista serbia Marina Abramović durante la presentación de su performance en la Hacienda La Cuadra de Luis Barragán en el Estado de México el 6 de febrero del 2025.

A medida que leía, su voz se mantenía firme, transmitiendo una visión radical sobre el arte y las aspiraciones del artista, que deben ser mínimas y distantes de lo cotidiano. La mayor exigencia de su manifiesto, sin embargo, es la aceptación de la mortalidad. Para Abramović, el arte no termina con la vida del creador, sino que se extiende hasta la muerte, y debe ser asumida como la última obra del artista. En su perspectiva, la creación, la existencia y la desaparición son partes de un ciclo indivisible.

“Un artista debería morir conscientemente, sin miedo. Debería observar los símbolos de su obra para encontrar señales sobre los distintos escenarios de la muerte. Un artista debería dejar instrucciones claras para su funeral, para que todo se haga según sus deseos. El funeral es la última obra del artista antes de partir. Un artista debe estar consciente de su propia mortalidad”, afirmó con contundencia.

El trabajo de Abramović a través de los años

La primera vez que Marina Abramović se sentó en esa silla, frente a miles de espectadores en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, su acción se transformó en un desafío de resistencia y vulnerabilidad.

The Artist Is Present (2010) fue una performance de larga duración: 760 horas dedicadas a mirar a las personas a los ojos, un ejercicio de entrega absoluta. “Tuve que prepararme durante todo un año, como si fuera un astronauta”, recordó la artista.

La preparación fue rigurosa. Su rutina diaria consistía en comer y dormir solo por la noche, para que su cuerpo no interfiriera con el propósito de su performance durante el día.

Además, recordó algunas de las performances que han definido su carrera, tales como:

  • AAA AAA (1978), en la que gritó sin pausa durante casi tres horas.
  • The Lovers – The Great Wall Walk (1988), en la que recorrió 2,000 kilómetros a lo largo de la Muralla China hasta encontrarse con Ulay.

Para Abramović, el arte debe ser perturbador. No tiene que ofrecer respuestas, pero sí tiene el poder de transformar la conciencia de quienes lo experimentan.

A lo largo de su trayectoria, ha explorado los límites del cuerpo humano, un tema recurrente en el body art de los años 70. Habló también sobre el trabajo extremo de Tehching Hsieh, quien pasó un año en aislamiento total.

“Cuando un artista crea, siempre busca hacer su mejor obra, pero siempre hay algo más que aún no ha dicho. Así que crea una obra tras otra. Sin embargo, cuando haces algo tan radical, tu vida cambia”, reflexionó.

Durante su carrera, pasó de rechazar el teatro a valorarlo, aunque siempre mantuvo que la performance es más cruda, más directa.

“En el teatro, la sangre es falsa. En la performance, la sangre es real”, sentenció.


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