¿Se han preguntado alguna vez cómo funciona el aspecto logístico detrás de una exposición temporal? Como sabrán, el Museo de Arte de Lima — MALI presenta, cada año, exposiciones temporales determinadas por la curaduría de arte prehispánico, arte republicano o arte moderno y contemporáneo. Se conoce mucho del trabajo de los curadores y de la narrativa que le quieren dar a la muestra, pero poco se sabe de las gestiones que hay tras bambalinas. Hoy les comentaré acerca de una de las labores primordiales que conlleva presentar cualquier exposición, me refiero a la gestión de préstamos de obras de arte.
Cada proyecto de exposición que se crea en el MALI supone un número de piezas de colecciones de terceros, es decir, las obras son de propiedad de otros museos o de otras colecciones. Esta cantidad puede variar de acuerdo a la necesidad de cada exposición, hemos llegado a gestionar préstamos con más de 50 propietarios diferentes para un solo proyecto (sí, parece una locura, ya que hay que tener en cuenta que la mayoría nos prestó más de una pieza). En el MALI, el área encargada de realizar estas gestiones es Registro y Catalogación que se encarga también de administrar la colección permanente del museo.
Por cada préstamo existen condiciones (aparte de los estándares internacionales para el manejo de bienes culturales y obras de arte) que son dadas por parte de los propietarios, relacionadas a la restauración, exposición y manejo de las obras; uno de los requisitos de algunas instituciones es designar a un representante comúnmente conocido como “comisario”, “correo” o “courier” para que supervise el manejo de las piezas que nos cedieron en préstamo. Es así que, cada vez que se tiene que manipular una obra (ya sea para el montaje u otra situación) se tiene que avisar al comisario para que pueda estar presente, ya que es parte de su trabajo y además es su obligación vigilar el correcto trato de los bienes culturales.
Trabajos de verificación de la manipulación de obras de arte para una exposición
Este año fue un reto para nosotros, debido a las restricciones ocasionadas por el COVID-19, que nos obligó a rearticular nuestros procedimientos. Uno de los casos más desafiantes está relacionado con la exposición Redes de Vanguardia: Amauta y América Latina, 1926-1930, muestra que se hallaba en su última sede cuando la OMS declara la pandemia mundial. El Blanton Museum of Art de la Universidad de Texas, nuestro co-organizador en dicha muestra, fue la última sede y forzosamente tuvo que cerrar sus salas como medida de protección (al igual que nosotros y muchas otras instituciones en el mundo). Además, en el Blanton, la muestra terminaba el 17 de mayo, pero puesto que muchos países cerraron sus fronteras y cesaron los vuelos internacionales —lo cual nos impedía trasladar las obras a sus lugares de origen—, la exposición se tuvo que extender hasta el 30 de agosto del presente año. Inmediatamente, al enterarnos de la intención de extender la exposición, nos pusimos en marcha e iniciamos las gestiones con cada uno de los propietarios de las obras de arte (que participaron en la muestra) y tuvimos que solicitar la prórroga que autoriza el permiso de la salida del país de los bienes para la exposición (gestión que se realiza ante el Ministerio de Cultura, ya que un gran número de piezas que se exhibieron son parte del Patrimonio Cultural del Perú).
Todo marchaba bien, pasaron los meses, nos acercábamos cada vez más a la fecha del cierre de la muestra y veíamos que aún las fronteras seguían cerradas. Junto al Blanton tuvimos que armar un plan de contingencia para el desmontaje, ya que como les comenté, era necesario que la manipulación de las obras sea supervisada por el comisario y, además de los correos de las instituciones del Perú, también teníamos comisarios de México y Argentina. ¡Se imaginarán los dolores de cabeza que tuvimos! ya que era imposible que los comisarios viajen debido al cierre de fronteras.
Lo que hicimos para suplir la visita de los representantes de cada país fue organizar sesiones de seguimiento remoto mediante las redes sociales (que esta vez nos salvaron la vida, no sólo a nosotros sino a muchos); se formaron equipos de desmontaje, cada uno con un comisario; el desmontaje, que usualmente dura un par de semanas, se extendió a tres debido a que el trabajo fue más pausado y por turnos. También se exhibieron obras de nuestro acervo, por lo que fue importante que nuestra comisaria supervisara el desmontaje y embalaje de estas piezas. A pesar de todo, las complicaciones se resolvieron con gran profesionalismo y no hubiéramos podido seguir adelante sin el apoyo de las instituciones y coleccionistas involucrados en este proyecto.
La comisaría realizando trabajo remoto en el desmontaje y embalaje de una exposición
Karina Aparcana
Registro y Catalogación