@juancanavesiJuan
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AKER
AKER (del euskera: macho cabrío) es uno de los númenes o deidades más importantes que acompañan a la figura central de la mitología proto vasca ligada a la tierra, la diosa Mari. La condena por el cristianismo de los rituales de adoración de Aker, los aquelarres y su asociación con la brujería, resignificaron a esta deidad con connotaciones demoníacas.
Sobre soportes de lienzo crudo, los dibujos ocupan un lugar central en la composición. Abarcan gran parte de la superficie en la que las referencias temporales y espaciales están ausentes. Tal descontextualización y centralidad dificulta la ubicación histórica y social y pone el acento en la corporeidad sexuada.
El uso del grafito, la ausencia del color, el énfasis en la línea sensible y la trama para representar el volumen a través de luz y sombra potencian el significado de la desnudez que combina formas humanas y animales.
Aunque vinculadas a representaciones mágico-religiosas, las imágenes no simbolizan machos cabríos ni deidades mitológicas en sentido estricto. En todo caso, constituyen representaciones actuales, más referidas a una mitología personal, que a tradiciones culturales antiguas. Así planteadas, son acercadas a quien las contempla. El arcaísmo de las figuras alude a la esencialidad humana más que a la temporalidad histórica.
La fusión de lo humano con la animalidad constituye un recurso utilizado para recordar al observador la presencia de rasgos elementales y fuerzas emocionales subyacentes, con frecuencia reprimidas y socialmente condenadas.
El tríptico, una forma tradicional de expresión artístico-religiosa, es utilizado con un planteo secular y contemporáneo distante de la narrativa aleccionadora. La figura del panel central que eleva su mirada es custodiada por dos figuras vigilantes, de tamaño algo menor, que interpelan a quien las observa.
El conjunto apunta a la reflexión sobre las fuerzas básicas que subyacen en la humanidad. No adoctrina, ni valora, ni juzga. Simplemente expone y ubica lo humano en el centro de la escena. Lo corporiza.
por Carlos Lista