La exposición ‘Apóstoles. Tres estudios para una crucifixión’ del salmantino Rubén Rodrigo toma como referencia el arte clásico para crear una muestra que contraste con la monótona experiencia del confinamiento
A pocos pasos de la Puerta de Alcalá los ventanales de la galería Fernando Pradilla inundan de luz la sala y dejan ver tres piezas abstractas y coloridas que dominan las paredes. Dos polípticos que forman una T y una cruz, y un cuadro monocromático de grandes dimensiones son las piezas estrella de la exposición Apóstoles. Tres estudios para una crucifixión del artista salmantino Rubén Rodrigo (Salamanca, 40 años) que se puede ver gratuitamente hasta el 27 de marzo; pero el tema religioso es solamente un punto de partida para la creación. Durante el confinamiento del año pasado Rodrigo se sumergió enteramente en su trabajo como escapatoria de la monotonía diaria. Con un ojo puesto en los grandes maestros, además de la temática general de los apóstoles en el arte clásico, decidió hacer una exploración de los colores para producir esta muestra que mantiene su técnica característica en sus versiones de obras canónicas de El Greco y Velázquez.
Las semanas de confinamiento domiciliario que se impusieron a partir de marzo del año pasado fueron dominadas por series de Netflix para Rodrigo en su casa del barrio de Pirámides. Sin embargo, para contrarrestar la monotonía decidió aprovechar al máximo las jornadas largas y sin las distracciones sociales que llenaban la cotidianidad en tiempos normales, recuerda casi un año después en la oficina de la galería en el barrio de Salamanca en Madrid. “Cada mañana me despertaba muy temprano y por suerte al ser autónomo todavía podía ir al estudio. Como siempre, iba en metro en la mañana y volvía a pie, cruzando el puente de Toledo desde Carabanchel. Pasaban los días y todo parecía estático hasta que me di cuenta de cómo crecía la hierba y me percaté del avance implacable del tiempo y de que yo no estaba dispuesto a perderlo”.
Para mantener su conexión con el arte en medio de la incertidumbre causada por una pandemia inédita, el salmantino asentado en Madrid desde el 2004 puso su mirada sobre El Greco, cuyo manejo del color lo fascina. Rápidamente se reencontró con su Apostolado, obra del siglo XVI que puede verse en el museo dedicado al artista en Toledo. Esta obra se convirtió en un “diario cromático-pandémico”, proporcionándole la inspiración que estaba buscando. “Tenía una meta clara que era esta exposición y los Apóstoles se volvieron mis emisarios del futuro; una promesa del futuro. No desde una visión religiosa sino entendiendo el 12 como número astronómico, solar y del tiempo por antonomasia. Un tiempo que nos había sido regalado y robado al mismo tiempo por una crisis mundial sin precedentes” explica Rodrigo.
La inspiración apostólica se convirtió a lo largo del confinamiento en tres series de 12 “apóstoles” hechos con su técnica propia, tan característica. Los cuadros de Rodrigo consisten de golpes de pintura muy líquida, hecha con resina y trementina, que procede a verter sobre una tela que prepara personalmente, posiciona horizontalmente y luego mueve para que el color se esparza por el lienzo. A medida que agrega capas de pintura, los colores interactúan entre ellos de una manera orgánica, creando tonalidades aleatorias. No utiliza pinceles, pues rechaza la gestualidad y el virtuosismo del artista, ligada al ego; en cambio, busca que el color hable por sí mismo.
Cuando acabó sus “apóstoles” entrado ya el verano, Rodrigo comenzó a buscar una manera para darle continuidad al proyecto pensado específicamente para las paredes de la galería Fernando Pradilla. Tras toparse con la obra D’après la Marquise de la Solana, obra expuesta en el museo Guggenheim de Nueva York y en la que el norteamericano Brice Marden “versiona” en un tríptico de monocromos un retrato de Goya, decidió que él haría lo mismo. “Me pareció un ejercicio muy ingenuo, casi de facultad, pero tan honesto que decidí hacer el mismo proceso de abstracción”, admite Rodrigo sobre esta exposición en la galería de la calle de Claudio Coello.
Para el contenido decidió quedarse en los temas religiosos y sus representaciones en el arte clásico para darle coherencia en conjunto con los “apóstoles”. Recuperó el tema de la crucifixión como guiño a los estudios para una crucifixión de Francis Bacon, otro amante de la pintura clásica, que también versionó e hizo suyas obras de clásicos como Velázquez.
Precisamente cuenta Rodrigo que en una visita al Museo del Prado, donde cuelga el Cristo Crucificado del artista sevillano, se percató que el fondo de aquel lienzo enorme era un verde profundo, no negro como tal vez lo ve un ojo pasajero. Así que cuando optó por la abstracción “mardeniana” no tuvo dudas que este sería una de las obras que versionaría. El resultado es un lienzo enorme pintado entero de verde. En la crucifixión de Rubén Rodrigo no hay Cristo, ni cruz, pero la solemnidad del cuadro de Velázquez se transmite en el monocromo, que ante una inspección más cercana se revela con matices y sombras, producto de su técnica de vertido.
Más allá del aspecto compositivo, Rodrigo entiende la crucifixión como evolución en el estado de las cosas -otra lectura aplicable al conjunto de la humanidad en medio de una pandemia mundial-, y otra vez apareció el Greco, específicamente El Expolio, para completar la colección. “Es uno de los cuadros más interesantes de El Greco. Cristo es humillado y despojado de sus ropajes para ser crucificado. Además, ese rojo para mi era un misterio absoluto, así que estaba claro que esta era la obra; y ya para seguir con la ingenuidad, decidí hacerlo modular y que tomaran la forma de cruz”, cuenta Rodrigo enfrente de los lienzos enormes que cubren la pared verde de la galería, pintada especialmente para aludir al Museo del Prado.
Aunque solo hay dos expuestos en la colección, hay cuatro “Expolios”, dominados como el original por un rojo potente que hace naturalmente -gracias a la técnica de Rodrigo- las formas del ropaje de Cristo, y compuestos cada uno de cuatro lienzos de grandes dimensiones dispuestos en forma de cruz. En total, entre “apóstoles”, expolios, crucifixiones, y una pequeña pieza en el pasillo titulada Verónica, la muestra tiene más de 40 obras, pero son los polípticos los que dan forma a su nombre: El Expolio como acto previo, precisamente, un estudio para la crucifixión.